Sermones

Thursday, July 7, 2016

Los opresores son muchachos



Los opresores de mi pueblo son muchachos, y mujeres se enseñorearon de él. Pueblo mío, los que te guían te engañan, y tuercen el curso de tus caminos. Isaías 3:12

Una de las maldiciones de una sociedad matriarcal es la pérdida de perspectiva hacia nuestra juventud. Isaías 3 comienza por decir, “el Señor Jehová … quita de Jerusalén y de Judá al sustentador y al fuerte, todo sustento de pan y todo socorro de agua; el valiente y el hombre valiente y el hombre de guerra, el juez y el profeta … y les pondré jóvenes por príncipes, y muchachos serán sus señores… el joven se levantará contra el anciano, y el villano contra el noble.”  Eso haría que su destrucción completa. En nuestro texto llama a los jóvenes los opresores “que te guían te engañan, y tuercen el curso de tus caminos.” En el capítulo 13:18, Dios prometió que sus enemigos “Con arco tirarán a los niños, y no tendrán misericordia del fruto del vientre, ni su ojo perdonará a los hijos.”

Hoy en día, cada vez que nuestros políticos quieren emprender un programa erróneo y necio, dicen que es para los niños. "Nuestro futuro son los niños", dicen. Eso es bastante cierto superficialmente, pero sin sabiduría y maduro liderazgo, nuestros hijos no tienen futuro. A las ancianas se les dice, “que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa…(Tito 2:3-5) y a los padres que críen a sus hijos en disciplina y amonestación del Señor. Efesios 6:4. A los ancianos se les manda a que apacienten la grey de Dios, cuidando de ella, 1 Pedro 5:1-2. A los de más de nosotros se nos dice que obedezcamos a los pastores y que nos sujetemos a ellos, Hebreos 13:17, 7. Las iglesias cuyo propósito en enfocarse hacia la juventud y las mujeres usualmente abandonan el Consejo divino, así como la autoridad divina y ordenan el culto para acomodar a los niños en vez del  Señor Jesucristo. Los propios niños entienden mejor que sus mayores. Se espera que los jóvenes aconsejen, enseñen y guíen a los de más, pero cuando hablan, ellos ven las miradas condescendientes que se dirigen hacia ellos. No es justo para ellos. Todavía necesitan el Consejo, enseñanza y liderazgo de sus mayores. Sus palabras a menudo serán ingenuas, superficiales e ignorantes. ¿Deberían de ser alabados de todos modos? ¿Es la sabiduría y el verdadero conocimiento de tan poca importancia?

La ironía mas extraña hoy en día es que hemos "reducido" el número de nuestros jóvenes con el fin de darles más y más "amor", pero la realidad es que estamos pasando o invirtiendo menos y menos tiempo con ellos en el hogar. La mayor parte de la disciplina de ellos y de la instrucción viene o es dada por extraños en las escuelas caras de los incrédulos. Cometemos el error al compensar exigiendo muchos más programas de excelencia escolar y que hayan más programas de las iglesias que puedan prepararlos como nosotros queremos.  Los enviamos a campamentos mucho más caros y reclutamos a los cristianos más dedicados para que les enseñen lo que no han aprendido en casa, lo cual debieron de aprender. Nuestros hijos deben de ser un tesoro precioso para nosotros, pero parece que tenemos muy poco tiempo para compartir con ellos. Raras veces comemos juntos en la mesa. Sin embargo, mientras dominan nuestro mundo y nuestra atención, nuestros hijos parecen respetar a sus padres menos. Apenas conocen la cultura de sus padres la cual ellos respetan menos.

Nuestros hijos se han criado y están siendo criados en una sociedad segregada conforme a la edad de cada uno.  Lo triste es que ellos no son culpables sino que la culpa, es nuestra. No saben cómo relacionarse con sus mayores, ni cómo escucharlos. Ellos no han oído hablar de los viejos refranes o los proverbios campesinos. Aquellos de nosotros que tuvimos el placer de escuchar el Consejo de la generaciones mas viejas, todavía sonreímos al recordar sus palabras, especialmente ya que se han demostrado ser fieles y verdaderas. Sí hemos amado mucho a nuestros hijos y nos hemos sacrificado por ellos, pero lamentablemente hemos perdido el arte de la paternidad. Parte del arrepentimiento es aceptar las prioridades de Dios hacia el hogar y la familia.

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