Ahora pues, tenga
paciencia conmigo mientras hablo un poco de tontería. Escucho un argumento,
fuerte y convincente, que mis amados santos hacen contra los pecados de la
pobreza. Hay incluso escrituras que lo respalde. “No me des pobreza ni
riquezas; Manténme del pan necesario; 9 No sea que me sacie, y
te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, Y
blasfeme el nombre de mi Dios.” (Proverbios 30:9) Pero permítame mostrarle cuán muy mal es la pobreza. Voy a
demonstrar que la pobreza está matando a la iglesia y está apagando su luz.
La pobreza es
un círculo vicioso que sigue repitiéndose, generación tras generación. Empuja a
las personas a que se repitan los mismos errores que causan la pobreza. Corre a
hombres y a mujeres de la granja donde son pesadas las cargas cotidianas de la
vida. Aunque la vida rural hace el hogar más fuerte, los niños se comportan
mejor, y todos más sanos, los agricultores viven y mueren muy pobre. ¿Ve usted
cuán mal es la pobreza?
En la ciudad, el
miedo de la pobreza conduce al papá a que trabaje en una fábrica o negocio
donde puede ganar más dinero, pero nunca es suficiente para sostener a los
niños. Nuestras ciudades nos han dado dos soluciones a su problema: la
educación pública para enseñar a los niños a escapar de los males de la pobreza
y el empleo para las madres por lo que pueden traer más ingresos a la familia y
menos hijos para ser sostenidos. Las madres con empleos no pueden tener tantos
hijos y criarlos bien. Observar, la pobreza ha impedido los nacimientos de
muchos niños y al mismo tiempo ha disminuido la influencia de las madres sobre
sus hijos. Además, la pobreza ha alejado a las esposas de sus maridos y las ha
atraído más cerca a hombres extraños por largas horas de trabajo. La pobreza es
la causa en gran parte del adulterio, el divorcio, y el alejar a los niños de sus
padres.
Por el temor a la pobreza, los santos
envían a sus hijos, cinco días a la semana, seis horas (a veces hasta doce
horas) al día, desde una tierna edad para ser educados por extraños, muchos de
los cuales ya han perdido su fe y la integridad moral, hace años atrás. Los
padres saben que los pequeños tendrán que soportar las enseñanzas que ridiculizan
a la Biblia y dudan la moral del Evangelio. Los padres esperan que de alguna
manera la suave arcilla que han puesto en manos de los maestros de escuela no
será moldeada a la imagen de sus maestros. Temen lo que pueden hacer los
maestros mundanos, pero temen la pobreza aún más. ¿Ver la pobreza como mal es?
Estamos tan
seguros de que la pobreza es mala, que instamos a nuestros jóvenes a retrasar
el matrimonio durante los años cuando sus deseos de casarse y procrear están
más fuertes. Su capacidad de concebir ha llegado a una etapa ideal, tanto que
el miedo a la pobreza les hace temer y despreciar la procreación. La pobreza
les hace fornicar en lugar de casarse. A pesar de todos los medicamentos,
venenos y técnicas ansiosas, los bebés se conciben y nacen en la pobreza. Los
bebés son despreciados porque ahora son tan malos como la pobreza porque añaden
a los males de la pobreza. Incluso cuando las parejas jóvenes se casan, la
pobreza exige que no tengan hijos, porque todo el mundo sabe que los bebés
destruyen la prosperidad. ¿Quién puede costear el lujo de tener un bebé? Son
una inversión de millones de dólares. Cuando que una joven pareja puede
permitirse el lujo de tener hijos, son quince o veinte años más allá de su
fecha de vencimiento y si puede concebir todavía, tienen que conformarse con
una, quizás dos. La pobreza causa el sin hijos a despreciar a esas pobres almas
que eligen tener y criar a familias grandes.
El reloj sigue
marcando al tiempo. Estamos empezando a ver los verdaderos males de la pobreza,
los frutos de nuestras elecciones. Los nombres de familia están muriendo por
falta de descendencia. Las iglesias carecen de niños. Los barrios están
desprovistos de la bulla de niños. Son silenciosos como un cementerio salvo los
viejos caminando con sus perros. Mira lo que la pobreza ha hecho a nosotros.
¿Qué dijo Jesús acerca de la pobreza?
“Por
tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis
de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que
el alimento, y el cuerpo más que el vestido? ... pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis
necesidad de todas estas cosas. 33 Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas. 34 Así que, no os afanéis por el día de
mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”
(Mateo 6:25-34)
¿Es la pobreza
de verdad tan mala? ¿Vale la pena sus ambiciones económicas y profesionales cuando
el costo es la pérdida de su matrimonio y todos los hijos que Dios pueda estar
dispuesto a darle? ¿Cuál es la meta de su vida? ¿Vale la pena sacrificar su
alma o las almas de sus hijos para lograr una mecedora en un pueblo de retiro
en Florida? ¿Con qué propósito vive usted? ¿Para qué está trabajando?
Es demasiado tarde
para que el ancianito procreara. Desgraciadamente es demasiado tarde para
deshacer gran parte del daño que hemos hecho por nuestro temor de la pobreza,
pero no es demasiado tarde para arrepentirse de lo que hemos pensado y enseñado
a nuestros jóvenes. Redescubrir la fe que Jesús nos ha enseñado y aplicarla en
nuestros hogares y familias. “Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del
hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas
la palabra del Señor permanece para siempre.” 1 Peter 1:24-25.
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